Beethoven comenzó a perder la audición a los 28 años. A los 44 años, su pérdida de audición era completa, probablemente causada por la compresión del octavo nervio craneal asociada con la enfermedad ósea de Paget. La cabeza de Beethoven se hizo grande, y tenía una frente prominente, una mandíbula grande y una barbilla protuberante (ver imagen), características que son consistentes con la enfermedad de Paget. Con el tiempo, su sombrero y zapatos no le quedaban bien debido a la ampliación de los huesos.
En la película «Amor inmortal», basada en la vida de Beethoven, las causas sugeridas de la pérdida de audición del músico incluían neurosífilis y traumatismos cerebrales relacionados con caídas frecuentes u otros abusos físicos por parte de su padre. También se sospechó otosclerosis. Estas tres teorías fueron descartadas, sin embargo, por una autopsia realizada en Viena el 27 de marzo de 1827 por Karl Rokitansky, el padre de la anatomía mórbida moderna. La autopsia de Beethoven fue la primera de las 59.786 autopsias con las que se acredita a Rokitansky.
Rokitansky identificó una bóveda craneal uniformemente densa y nervios auditivos gruesos y arrugados, consistentes con la enfermedad ósea de Paget. Investigaciones posteriores no mostraron evidencia de arteritis sifilítica en las arterias auditivas ni de otitis media recurrente. El hígado, sin embargo, era atrófico, nodular y cirrótico. Beethoven murió de una enfermedad hepática alcohólica, el resultado del abuso de alcohol por parte de un músico cuya pérdida auditiva progresiva llevó a la depresión.
El oído era el sentido que Beethoven requería más que cualquier otro. Su amor por la música era una fuerza poderosa que le impedía suicidarse. Gran parte de su gran música fluía de la mente de un hombre que nunca escuchó su belleza. Usó una trompeta de oído que aseguró con una diadema, dejando sus manos libres para dirigir.